Nuestra consagración

Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él.  Mc 3, 13 

Hemos consagrado nuestra vida a Dios respondiendo al llamado a seguir más de cerca al Señor Jesús y a anunciar el Evangelio en medio del mundo, viviendo en comunidad como hermanas en Cristo bajo el amparo de María. Seguir a Cristo es para nosotras un don precioso, un camino de amor a Aquel que nos amó primero. Nuestra consagración nos lleva a abrazar libremente los consejos evangélicos de castidad perfecta por el Reino, pobreza y obediencia, mediante compromisos que constituyen vínculos sagrados.

Por el Bautismo hemos sido hechas hijas de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo, incorporadas en su Iglesia y partícipes de su misión. Pues bien, nuestra consagración nos lleva a plenificar todos esos dones. Nuestra madre María es un ejemplo y aliento para vivir cada día esta vocación hermosa y a la vez exigente.

¿Cómo se plasma ese llamado?
En cada uno de los consejos evangélicos: castidad, pobreza y obediencia.

"Una y otra vez me pregunto: si el gozo de ese día fue tan profundo, ¿cómo será el día en que sus promesas lleguen a plenitud y nos encontremos en un abrazo eterno?… I can’t wait!"

Lara Montoya, Perú

"Mi consagración a perpetuidad ha sido una experiencia de rendirme a lo absoluto de Dios; mi pequeña respuesta al llamado a permanecer en su amor y a vivir la certeza de que Él permanece conmigo."

Patricia Lins, Brasil

"Ser toda de Dios para anunciar su Palabra y su Amor que reconcilia a todas las personas y esto, por todos los días de mi vida."

Mónica Ibañez, Perú

Realizamos la profesión de los consejos evangélicos en una celebración eucarística donde expresamos de forma libre el deseo de consagrar nuestra vida a Dios.

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